Casa del Muffin

Este es un pequeño espacio personal, mi asilo mental; lo compartiré con ustedes, disfruten con un muffin en mano y una rica taza de té (:

lunes, 24 de diciembre de 2012

Capítulo I



Era un día como cualquier otro, yo estaba en mi recámara, reposando sobre mi cama rememorando todas las palabras que Diego me había dicho antes; todos los momentos a su lado paseaban por mi cabeza una y otra vez. Cerraba los ojos y escuchaba su voz sutil adentrarse por mis oídos. Mi corazón comenzaba a palpitar con más apuro, era imposible contener ese sentimiento por un segundo más, sentía que me asfixiaba y a la vez, sublimemente me elevaba al cielo.


-Si sigo ocultando esto un día más, seguro moriré por dentro - me decía a mi misma mirando al techo y con las manos sobre mi pecho¾ ¡necesito verlo, realmente lo necesito!


Tomé mi bicicleta y mi dirigí con muchas ansias al cañón, donde Diego y mi hermano quedaron de verse, a ellos les gusta practicar deportes extremos, y como el día estaba radiante desde su amanecer, practicar paracaidismo no sería un problema.


Tardé alrededor de media hora en llegar, pero extrañamente mis piernas no estaban cansadas, en cambio, cobré mas fuerzas para poder subir hasta la cima, desde donde suelen arrojarse al vacío los amantes de lo extremo. Sin embargo no llegué a ascender más de la mitad del cañón.


Bajé de mi bicicleta y corrí gritando el nombre de Diego, quería alcanzarlo cuanto antes, quería verlo. No tenía tiempo para discutir con mi temor y acobardarme otra vez, esta vez no. No tenía planeadas las palabras exactas que le diría, esperaba que aún con mi nudo en la garganta y la emoción del momento, saliera de mí la frase perfecta. Miré al cielo preparándome para lo que me avecinaba, y fue entonces que vi a mi hermano desde su paracaídas descender.


-¡Es demasiada altura! - exclamé con asombro -¡Desciendes muy rápido!


Y no lo decía sólo por exagerar la situación. 


Comenzó a girar muy bruscamente, como si hubiera perdido el control. Su paracaídas había perdido su forma, se estaba enredando con las cuerdas, estaba cayendo velozmente. Palidecí en ese instante y se podía ver mi terror a flor de piel. 


-¡Cuidado! -grité aterrorizada a mi hermano, que más tardo en quedar enredado entre los árboles que yo en subir hasta donde se encontraba.


-Ayúdame a bajar- colgando de un árbol


-¿Pero qué pasó? ¿Cómo fue que se enredaron las cuerdas?


-Están rotos… los paracaídas están rotos…. Diego!


Mi piel se supo chinita, rápidamente volteamos hacia arriba y venía Diego cayendo a gran velocidad, fueron los segundos más eternos de mi vida, mi hermano y yo no podíamos concebir lo que veíamos, no había árboles para amortiguar su caída, una caída en seco, su cuerpo caía desenfrenadamente hasta el fondo del cañón envuelto en cuerdas y  su paracaídas.


Rápidamente logre que mi hermano bajara del árbol y con la angustia más grande que jamás había tenido en mi vida corrimos hasta Diego. Millones de ideas cruzaron por mi cabeza en ese instante y el camino parecía no tener fin.


-Y si está muerto….  de sólo pensarlo se humedecían mis ojos, no podía creer que hubiera caído de tal altura, mi corazón subió hasta mi garganta, mi pies volaban torpemente, sólo quería que estuviera bien…. Que estuviera vivo.


-¡Dieguito! -gritaba yo mientras nos acercábamos corriendo, pero temerosos de lo peor.


Al llegar la escena ante nuestros ojos era horrible, no había mucha sangre pues el paracaídas se hizo bulto y quedó bajo de él, pero estaba inmóvil, con muchos rasguños y se podía ver que los huesos de sus piernas no estaban en una posición natural. Lo movíamos cuidadosamente para ponerlo sobre su espalda, pero no había expresión alguna de él. No gemía de dolor, no abría los ojos, no se movía y respiraba con mucha dificultad, era espeluznante verlo, sin embargo, estaba, milagrosamente, vivo.


Mi hermano trató de sentarlo, pero su cabeza se movía de un lado a otro, no tenía fuerza alguna, abrió los párpados un poco, sólo se veían sus ojos en blanco, tratamos de hacerle reaccionar, pero estaba inconsciente. Estábamos desesperados, gritábamos por ayuda, lloré de ver a Diego casi muerto. La alteración del momento me hizo olvidar lo que ocurrió después de eso, a excepción de un ruido de helicóptero, fue así como lo llevaron al hospital.


No hay comentarios:

Publicar un comentario