No, yo no soy un error.
Yo soy la piedra con la que tropiezas de camino a casa,
cuando intentas ponerte a salvo, y entonces recuerdas que vas en el camino y
que hay un lugar en el que ponerte a salvo. Yo soy un viento que atraviesa con
furia la ventana, y despeina todos los cabellos de tu cuerpo. Y entonces
recuerdas que aunque cerraste la puerta, entran sorpresas por la ventana. Yo
soy el motivo del hartazgo tras un día cansado, y la bandera de tregua al final que elevas al
cielo, te recuerda que aún en esos días, a pesar de todo, hay descanso. Yo soy
la voz que pronuncias a solas cuando quieres nombrar tus sombras, y entonces
recuerdas que aún detrás, hay luz que te ilumina. Soy el bocado de culpa que
queda en el plato, y entonces recuerdas que estabas lleno y no lo necesitas. La
última calada de aquél último cigarro, y entonces recuerdas la finitud de tus
vicios. El billete en tu bolso, no gastado en ese gusto; porque pensaste que
podrías comprar algo mejor. La llama que quemó tu mano cuando intentaste apagar
el fuego, y entonces recordaste que aún había furor, la mala noticia que te
hizo apreciar las trivialidades de la vida, la carta a destiempo que te hizo
recordar que los segundos pasan. El pretexto que usas para pedir disculpas, y
te das cuenta que aún hay perdón. Los versos que no pueden retenerse en tu
boca, aunque sabes, que son mala poesía, pero salían así, defectuosos de tu
alma. Soy el signo de interrogación a los cómo y para qué, y entonces entiendes
que aún hay muchas, muchas respuestas, pero hacía falta preguntar por ellas.
No soy ni tu error, ni tu acierto.
Como verás yo soy la piedra, el viento, el hartazgo, la voz, el bocado, el
cigarro, el billete, la llama, la noticia, la carta, el pretexto, los versos,
las preguntas.
. . .La ingratitud de la Luna que
aún en su claro, te trae melancolía.